domingo, enero 27, 2008

Destiempos

Lo que viene abajo es una carta que mandé para un concurso sobre cartas de amor.

No gané ni quedé entre los finalistas, un total fracaso.

Igual la publico, ahora lo que me importa es escribir.

Saludos.



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Destiempos.


Esa fue la primera vez que yo regalé una flor. Estábamos los dos solos en el primer patio del colegio, tú tenías 12 y yo 14. La verdad es que no me gustabas y no sé aún muy bien por qué lo hice. Supongo que el querer romper un poco los esquemas y llamar la atención, propio de la edad que teníamos, me llevó a dejar por un rato la conversación que sosteníamos y comprarte esa rosa.

Recuerdo muy bien tu cara cuando me viste volver con la flor roja entre mis manos. Era una cara entre de expectación por saber en realidad qué significaba ese regalo, con destinatario aún incierto, y de ilusión por querer que fuera para ti. En ese entonces a mí me gustaba una Daniela y tu nombre, Loreto, no sonaba angelical, cosa estúpida que para mí era importante. Hoy, con el tiempo, me da vergüenza incluso acordarme de ello.

Pero crecí y a los dos años me enamoré de ti. Tenías una cadencia al caminar que me encantaba, siempre mirabas hacia un lado como esperando a que te llegara compañía. Y cuando la encontrabas te largabas a reír, con una risa ahora sí angelical (obsesión mía) y unas manos demasiado expresivas. Tanto, que muchas veces te molesté con que si te las amarraba no podías hablar.

Lo malo es que nunca lo supiste. A los 16 años sentía que asumir un amor no correspondido era un fracaso que no estaba dispuesto a afrontar. Mis amigos pololeaban y yo no podía lucir sufriendo por una mujer menor que yo. Así, sin más, cerré la puerta de esa historia y me olvidé de ti…

Hasta que tú tuviste 16. Yo egresaba del colegio y me buscaste para confesarme que esa tarde, hacía ya 4 años, me viste entrar al colegio con esa rosa roja y te habías enamorado de mí. Un amor furtivo, de niña a la que por primera vez le regalan una rosa, un amor idealizado por lo sorpresivo del obsequio. Me dijiste que a nadie se le olvida la primera vez que le obsequian una flor. Yo pensé que nunca olvidaría a la primera mujer a quién le había regalado una rosa, pero no te lo dije, sólo te di las gracias y nos reímos por una anécdota de niños.

8 años después te encontré en internet. Por curiosidad te escribí que aún me acordaba de aquella vez que te regalé esa flor sin motivo. Me contestaste que tú también lo recordabas como parte de los buenos recuerdos…

Me contaste que fuiste madre, de un niño de un año y medio y que es el sol de tu vida. Así me volviste a conquistar, con esa alegría y fuerza propia de una mujer y madre adolescente. Imaginé que llevaba el nombre que yo quiero que tenga mi hijo. Soñé con las noches en que mientras yo lo bañaba, tú le preparabas la mamadera y así se dormía mientras los dos veíamos una película, o hacíamos el amor para culminar un día de intenso ajetreo (no puede ser de otra forma: tú publicista y yo periodista) pero lleno de amor.

Hoy me dijiste que estás casada.

Cerré el computador y apagué la luz, con la certeza absoluta de que te perdí hace 12 años, cuando no me di cuenta que esa flor era en realidad la demostración espontánea de un amor que hoy recién entiendo.

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