sábado, julio 12, 2008

Auristela María

(1991 - 2008)

Llegó como regalo para uno de mis cumpleaños, pero la Auristela pasó de ser mía a ser simplemente una más de la familia. Y una más a la altura de todos nosotros.
Porque si de algo hay que acordarse de la Auri es de su desfachatez para asumirse igual de importante que cualquiera y cuestionar tu autoridad hasta finalmente no darte boleto alguno.
Era de una inteligencia y viveza que personalmente he visto pocas veces. Algunos podrán decir "sólo le faltaba hablar" y de verdad que no le hacía falta. Con su actitud y la mirada te dejaba en claro lo que ella quería. Y de paso que no te tomaba muy en cuenta, salvo si podía conseguir algo de ti.
Es que supo ganarse ese lugar y esos privilegios. Cuando chica acompañaba a mi papá a trotar y así formaron una relación que ya no fue amo-mascota. Mi papá la regaloneaba como si fuera su pareja y la Auri, ni un pelo de tonta, se aguachó a él y así consiguió todo. Desde dormir arriba de su cama hasta que le hicieran comida sólo a ella, porque "no le gustaba el pellets". "Los perros comen pellets, la Auri come comida" decía mi papá, como una de las tantas maneras de hacer presente que la Auristela tenía categoría de humano.
Dormía donde ella quisiera. Si era invierno lógicamente adentro de la casa, al lado de la estufa. Porque con sus años se puso friolenta.
Si algo la caracterizaba era su paso al caminar. Un pasito cortito y rápido, un trote elegante similar al de los caballos. También su gusto por el agua, tanto que se tiraba sola a la piscina. Ladrona por juego, cazadora por instinto, brava con los perros, dócil con los niños (aunque de vieja ya no).
Machista hasta decir basta. Compañera de la Daniela por varios años, bastó que mi hermana se casara para adoptar a mi cuñado como nuevo patrón y por consiguiente dormir a su lado, quizás esperando que en la mañana le diera algún pan o le rascara la base de la cola, algo que le encantaba.
En estos 17 años vio partir al Tata Mario, al Tío Polo y al Petelo. También supo de la llegada del Caco, el Felipe, el Camilo y el Clemente, nuevos miembros de una familia de la que formaba parte. Mi abuela preguntaba, un tanto en broma y un tanto en serio, a quién queríamos más, si a ella o a la Auristela.... La respuesta nunca fue muy fácil.
Hoy ya no está y la nostalgia que nos dejan todos sus recuerdos es también una enorme alegría de tantos años de compañía. Porque la Auri no sólo fue una perra mascota, a la vez fue compañera, hermana y amiga.
Un fuerte último abrazo. El chocolate que te lo dé mi papá cuando llegue.
Adiós vieja querida.

3 comentarios:

mix dijo...

Oh que es triste cuando las mascotas se van! :(

Cristóbal P. dijo...

wena perrin-a! pásalo chanchi donde andes, y si vez un poodle estrella del porno canino, mis saludos

MENTA Y CANELA dijo...

Pido un deseo al universo: Deseo que mi perrita Linda viva tantos años como vivió Auri. ahora tiene tres
Un abrazo.