miércoles, marzo 22, 2006

Taranta

Sí, lo admito. Es cierto, no puedo sino defenderme con la verdad y mostrarme diáfano.
Tal vez es un poco de suspenso el que siempre me hace falta.
No sé esconderme sino en el misterio del silencio extremo. En la actitud muchas veces juzgada de arrogante o incluso mala clase.
Ojos imperturbables y silencio stampa.
Traspasado aquello, ya no soy el que impone los términos.
Nunca aprendí el juego. La inconsciencia fue a veces muda consejera.
Nuevamente hoy callo. Me cubro con el manto quieto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es raro que recien te des cuenta o que recien lo asumas como para escribirlo en público.
Siempre te has remitido al silencio contemplativo, solo sales de este cuando la situación ya es insostenible como para seguir callando. Esta es mi opinión.
Tu Hna. Levemente más pequeña